Los principios de la bioconstrucción consideran que debemos ser
conscientes (y es nuestra responsabilidad para con las futuras
generaciones) de que todo lo que un ser vivo realiza repercute en los
demás, de tal manera que una acción nunca permanece aislada sino que
provoca reacciones, tangibles o no, a mayor o menor plazo de tiempo, en
todo lo que la rodea, extendiéndose su efecto del mismo modo que las
ondas que provoca una piedra al caer en el agua. Así todas nuestras
acciones son importantes, inciden en el resto de los seres y del planeta
y repercuten mucho más allá de ellas mismas. Esta conciencia de que el
planeta es nuestra casa y es nuestra responsabilidad cuidarlo,
preservarlo y mantenerlo a él y a los seres que lo habitan en óptimas
condiciones para producir salud y felicidad, debe irse trasluciendo en
toda actividad humana.
La construcción ecológica, por tanto, es una forma de crear un
hábitat respetando siempre el medio donde se realiza, y teniendo
especial cuidado con todos y cada uno de los elementos de la naturaleza.
Resulta tener conciencia del lugar donde vivimos y además, aprovechar
las cualidades que nos brinda la naturaleza para usarlas
provechosamente. Lo podemos llamar construcción ecológica, edificación
sostenible o bioconstrucción. La idea es conseguir que se implante de
una manera arraigada en nuestra sociedad para reducir el impacto
ambiental que la construcción tiene en el medio ambiente. Este tema
adquiere especial relevancia a todas aquellas personas comprometidas con
el medio, con la salud, y que a la vez, no rechaza vivir con ciertas
comodidades y elementos indispensables, como lo son los de una vivienda.
Principalmente el grupo que podría estar más interesado en este tema,
sería el que ama la naturaleza, la cuida y la respeta; pero también a
todos los ciudadanos que desconocen el uso de materiales ecológicos para
la fabricación de una casa, un edificio, etc.
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